domingo, 8 de febrero de 2009

Reflexiones sobre la piedra en seco

Hacer paredes de piedra en seco es bueno para el cuerpo, la mente y el campo, pero lo mejor es que sea tan entretenido, divertido y eterno... Está claro que todas estas construcciones, aguantadas exclusivamente a base de piedras y maña, que componen nuestro paisaje y el de la mayoría de los pueblos de todo el mundo, se han hecho desde tiempos inmemoriales para satisfacer las necesidades múltiples que plantea la vida en sintonía con el medio natural que nos ha rodeado hasta ahora, en los que, recientemente (s.xx), el cemento se ha extendido en todas direcciones (aplastando y sepultando a su paso tierras de cultivo y pasto que ya nunca volverán a ser las mismas, obras de arte que no han sido reconocidas como tales aunque lo sean, árboles milenarios...), pero que nunca podrá sustituir ninguna de las grandes cualidades que nos ofrece cualquier piedra que nos encontremos, paseando por la loma. El cemento es artificial, altamente toxico y perecedero (osea, que no tiene garantía), en cambio la piedra es un elemento más de la naturaleza que, gracias a su lentísima gestación en las entrañas de la Tierra, se ha convertido en un material noble con el que toda la humanidad ha jugado, moldeado a su gusto y utilizado para protegerse de todo tipo de peligros y tormentas.
En la actualidad, parece ser que hay una tendencia a darnos cuenta de la importancia de lo que hay construido a nuestro alrededor (con el sudor y el esfuerzo descomunal de nuestros antepasados). Esto significa que estamos empezando a darle el valor que se merecen todas estas obras maestras de la piedra en seco, teniendo en cuenta el indiscutible talento demostrado por sus autores, a lo largo de kilómetros y kilómetros de piedras unidas con paciencia, perseverancia y armonía con el medio natural, que gracias a él, no hay que olvidarse, vivimos. Mucho mérito tiene, todo el trabajo que se realizó hace milenios a lo largo y ancho de todas nuestras montañas, valles y riachuelos.
Para plasmar una mínima parte de todo este pedregal artístico que nos acompaña a todas partes, van naciendo libros por todo nuestro territorio más pétreo, que tratan de nuestras amadas piedras y de cómo se van montando una encima de otra, abrazándose entre ellas, uniéndose para hacer la fuerza. El pasado 27 de diciembre del 2008, se presentó al público el que nos cuenta toda la belleza, la dureza y el ingenio demostrado en la relación magnética que se forja entre el paredador y el medio rocoso que lo rodea, en pueblos como Villafranca del Cid o La Iglesuela del Cid, dotados de grandes cantidades de piedras (como en muchos otros lugares...), con las que trabajar, delimitar fincas y facilitarnos la vida a base de paciencia y de un trabajo bien hecho en toda su extensión: "Los hombres y las piedras", de Julio Monfort Tena, Francesc Miralles y Margarita Marín.